Han pasado ya un par de años desde que Elon Musk hizo su entrada triunfal en la sede de Twitter cargando un lavabo hasta que la cobertura de The Guardian detonó una migración masiva de usuarios de X hacia Blue Sky.
En ese tiempo, los cambios en las políticas de moderación y los ajustes al algoritmo de X, diseñados para priorizar ciertos contenidos, han generado un ambiente cada vez más hostil. La vinculación de Musk, como dueño de la plataforma, con Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos —y la posterior victoria del expresidente— han sido el detonante para que muchos usuarios decidan abandonar X.
Como gestor de las redes sociales de tres instituciones y figuras públicas, todas con presencia en X, he experimentado de primera mano cómo esta plataforma se ha transformado. En el caso de perfiles enfocados en política, economía y temas sociales, la pestaña “Para ti” se ha vuelto un entorno tenso y agresivo, caracterizado por un lenguaje confrontativo. Para mí, personalmente, X ya no resulta un lugar atractivo.
Sin embargo, no es la primera vez que una red social sufre una migración masiva. Esto ya ocurrió tras las elecciones estadounidenses de 2020, cuando usuarios conservadores abandonaron Twitter en favor de Parler. Algo similar sucedió tras la suspensión de Donald Trump, que dio lugar a la creación de su propia red social: Truth Social.
Esta nueva ola migratoria hacia Blue Sky presenta diferencias importantes. Además de ser protagonizada en gran medida por usuarios con inclinaciones progresistas, algunos perfiles influyentes han ido más allá: no sólo han abierto cuentas en la nueva plataforma, sino que han dejado de publicar en X, e incluso han cerrado sus perfiles.
Movido por la curiosidad, abrí mi propio perfil en Blue Sky. Más tarde, decidí registrar también a las cuentas institucionales que gestiono.
La experiencia inicial fue sorprendente. Blue Sky recuerda mucho a Twitter, algo que no es casual, dado que sus raíces están en un proyecto impulsado por la misma red social. Sin embargo, la atmósfera es notablemente más amigable. Al registrarme, deliberadamente evité seleccionar intereses vinculados a la actualidad, lo cual ha resultado en un feed casi libre de contenido político.
Elegir una red social por afinidad ideológica conlleva riesgos inherentes. Las «cámaras de eco» limitan la exposición a opiniones diversas, incrementando la vulnerabilidad frente a la manipulación. Además, este efecto de aislamiento puede facilitar la propagación de información falsa.
Blue Sky tiene características que potencian este riesgo. Por ejemplo, permite bloquear perfiles de manera masiva sin necesidad de interactuar con ellos o leer sus publicaciones. Esta funcionalidad plantea un nuevo desafío para las marcas, ya que «cancelar» adquiere un significado más literal: miles de usuarios pueden vetar tu perfil sin siquiera ser conscientes de ello, simplemente por figurar en una lista de bloqueos.
Además, la plataforma ofrece la opción de ocultar respuestas a publicaciones propias, lo cual podría dificultar la resolución de conflictos públicos o la visibilidad de críticas legítimas. A diferencia de X, carece de herramientas como las «Notas de la comunidad», que ayudan a identificar contenido engañoso de forma colaborativa.
A pesar de estas preocupaciones, Blue Sky sigue ganando popularidad. Su crecimiento reciente, potenciado por factores como la prohibición de X en Brasil y las elecciones estadounidenses, demuestra que hay interés en explorar alternativas. Su interfaz familiar y el ambiente más relajado la convierten en una opción atractiva para quienes buscan escapar de la tensión que caracteriza a X.
Esto plantea una oportunidad para las marcas. La percepción más positiva y menos hostil de Blue Sky puede facilitar conexiones auténticas con el público. Además, el compromiso de sus usuarios con ciertos valores abre la puerta a contenido orgánico que resuene con esos principios, fortaleciendo tanto la reputación como la relación emocional con la audiencia.
No obstante, también existen desafíos. La ausencia de publicidad en Blue Sky significa que las marcas deben depender exclusivamente de estrategias orgánicas para destacar. Esto puede ser un arma de doble filo: mientras que un entorno sin anuncios fomenta la confianza, la visibilidad depende aún más de la calidad del contenido.
Por otro lado, la gestión de reputación en esta plataforma tiene sus complejidades. El bloqueo masivo puede convertir a una marca en «invisible» para segmentos completos de usuarios. Además, la posibilidad de ocultar respuestas limita las oportunidades para responder a críticas y resolver problemas.
Por ahora, la acogida de las cuentas que gestiono en Blue Sky ha sido discreta. Esto no difiere mucho de lo que ya observaba en X, donde las impresiones también estaban en declive. La clave seguirá siendo impactar a nuestro público allá donde esté, adaptándonos a los cambios que puedan surgir.
Blue Sky representa un terreno aún por explorar para las marcas. Su futuro dependerá de su capacidad para evolucionar y satisfacer tanto las necesidades de los usuarios como las de las empresas. Sin duda, será interesante observar cómo este nuevo jugador redefine el panorama de las redes sociales.
TOFU es una fase en la estrategia de marketing que se centra en atraer y crear conciencia entre una audiencia amplia y diversa. En esta etapa, las empresas buscan captar la atención de personas que aún no están familiarizadas con su marca o producto.
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